"El puerto son los brazos abiertos, la persona que amas" (Philippe Starck).
Para mi el puerto fue toda una escuela. Pasé allí algún tiempo en mi adolescencia. Y
a menudo me cruzo con algunos con los que coincidí en el muelle. La mayoría se mueven en el ámbito del emprendizaje. Hay una relación entre navegar y emprender. En realidad hay una relación entre todo.
"Es ist nicht wahr dass die kürzeste Linie immer die gerade ist", decía Lessing. (No es verdad que la línea más corta sea siempre la línea recta). Chillida lo llamaba Simetría Heterodoxa. Y añadía "Yo soy un fuera de la ley".
A veces pienso que yo también. Disfruto con la navegación imposible, es en la ceñida con el barco escorado cuando me siento más viva. El zigzag frente a la línea recta. Mi hijo me pregunta si era una pirata. -Creo que nunca he dejado de serlo -le respondo. -No te confundas.
Navegar es técnica e intuición. La empresa misma. Y recuerdo esos momentos de calma en los que sólo podía remar o esperar, y a veces remaba porque había alguien esperando en aquel puerto.
También me perdía en el horizonte, como sigo haciéndolo ahora. Y entonces salían cosas que sirven para que no pierda de vista quién era hace más de veinte años. Dándole vueltas a la misma ecuación. Buscando en el límite.
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